Cualquier momento es bueno - Gloria Losada

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Era de noche y hacía un frío que pelaba. Mi novio y yo volvíamos del velatorio del padre de un amigo que se había muerto en el pueblo, por una carretera comarcal medio siniestra por la que al parecer solo circulaba nuestro coche. Comenzó a nevar y a la vez nuestro utilitario hizo un ruido como de tos y se paró en el medio de la nada. Cojonudo. Llamamos a la grúa y nos dijeron que tardarían al menos una hora en llegar. De mi boca comenzaron a salir sapos, culebras y demás seres repugnantes. Para remate nos estábamos quedando sin gasolina y hubo que apagar el motor del coche, con lo cual nos quedamos sin calefacción. Y pasó una hora y pasaron dos y la grúa sin aparecer.

-Podemos echar un polvo – me propuso mi encantador novio al ver mi cabreo -Te haré sentir el mejor orgasmo de tu vida y entrarás en calor.

No estaba yo para muchas fiestas, pero comenzó a hacerme arrumacos, un besito por aquí, una caricia por allá y yo caí rendida entre sus brazos y él entre mis piernas. Disfrutamos de lo lindo, tanto que cuando volvimos a la realidad nos dimos cuenta de que la grúa estaba aparcada a nuestro lado. Los operarios fueron muy discretos. Sólo nos dijeron que llevaban quince minutos esperando.



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