Sí, señor juez, la bebida fue la causa de mi tropezón, lo confieso... Sí, si, y en mi caída arrastré a la señora del perro... ¿Qué si lo confieso también? Sí, señor juez, lo confieso, pero no es lo que piensa. Yo no tengo la culpa de que se haya roto la cadera, la tendría ya mal, digo yo... No, no, señor juez, no le estoy faltando al respeto ni me hago el gracioso... Que deje de hablar y tan solo conteste a las preguntas...pero señor juez, deje que le explique... No, no, no estoy gritando, bueno sí, estoy gritando, pero es que no hay derecho señor juez, no hay derecho... Que la pena se irá incrementando a medida que chille. Pues vale, haga lo que quiera, señor juez, pero yo no tengo la culpa de que la sidra derramada en el suelo por unos energúmenos me haya hecho tropezar... Que huelo a sidra que tiro para atrás. Pues claro, señor juez, si di con mis huesos en el charco de sidra cómo quiere que huela... Vale, vale, ya me callo, lo que usted diga señor juez, pero si viera cómo era el charco. Si hubiera sido usted el que pasaba por allí también se hubiera caído... Que le llamo torpe. No, no, señor juez no se lo tome así, era un decir... Que como siga así me lleva a la cárcel. Pues, mire, sabe que le digo, que estoy harto, señor juez, estoy harto de que no me quiera escuchar. Venga, lléveme a la cárcel, allí seguro que estaré más tranquilo que delante de usted que me está poniendo de los nervios…. Que me calle que me va a echar un año. ¿Sabe qué le digo?, no se corte, señor juez, écheme dos y acabemos de una vez... Que me largue. Pero bueno, usted es un juez o qué es... No, no no le falto al respeto, señor juez, es que no entiendo nada de lo que está pasando. ¿Qué hacen este par de guardias? Pero por qué me echan a la calle...señor juez, señor juez...déjeme que le explique.
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