El imbécil - Gloria Losada

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Siempre tuve la sospecha de que el marido de mi amiga Rosario era un poco imbécil, o un mucho. Lo llevaba escrito en la cara, siempre luciendo aquella sonrisa condescendiente, como si fuera el ombligo del mundo. Y ya no digamos cuando abría la boca. Las tonterías que soltaba con apariencia de cosas interesantes y verdaderas eran infinitas. No hacía falta ser muy listo para darse cuenta de que no decía más que burradas. Todo el grupo de amigos le tenía manía, pero como ella era tan maja, pues se soportaba.

Uno de sus temas de conversación preferidos era lo manipulable que era el género humano, menos él, claro está. Las personas de a pie éramos unas pobres estúpidas que nos creíamos todo lo que los poderosos nos contaban con la única intención de controlarnos. Así que cuando anunciaron la gran nevada para Madrid y comenzaron a recomendar salir de casa lo menos posible, pues ya comenzó su perorata, que si lo que querían era que no saliéramos vaya usted a saber el motivo, que si el calentamiento global era un cuento, que si las nevadas las provocaban los aviones, que ni era nieve de verdad ni nada…. Tanto me hartaron sus bobadas que no pude evitar contestarle:

-Claro que no es nieve, es poliestireno, altamente inflamable, cuando caiga la nevada acércale un mechero ya verás como arde y nos quedamos todos calentitos.

Perplejos fue lo que nos quedamos todos cuando el día de la nevada colgó una foto en las redes sociales siguiendo mi consejo y con el comentario siguiente: “Al parecer es nieve de verdad, pero provocada por los aviones o los satélites” Y se quedó tan ancho. Pues eso, imbécil.



 

 

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