Hasta hace bien poco
disfrutaba de una profesión que gozaba entre la gente de cierto
prestigio. Aunque también
es cierto que todos pensaban que ganaba dinero a calderos
y nada más lejos de la realidad. Eso los de arriba, pero los simples
empleados de banca no gozábamos de unos sueldos demasiado
boyantes... o tal vez sí, no lo sé. El caso es que desde que se
desató esta maldita crisis cuya culpa, a ojos vista, la tuvo el
sistema financiero mundial, ya no pude dormir tranquilo. La gente
comenzó a mirarme mal y llegó un momento en que no me atrevía a decir a qué me dedicaba. Ni siquiera me atrevía a hacer constar mi
profesión en cualquier cuestionario que tuviese que rellenar, por
ejemplo cuando me casé. En el registro civil me ordenaron
cumplimentar un impreso para enviar a no se qué organismo y cuando
puse mi profesión el funcionario de turno me lo quitó de las manos
de malos modos y se lo guardó mientras murmuraba no sé que cosas.
Llegó un momento en que comencé a temer por mi seguridad y fue
cuando tomé la determinación de cambiar de trabajo. Ahora soy
barrendero. Es mucho más sacrificado, dónde va a parar, y es cierto
que gano bastante menos, pero por lo menos vivo tranquilo y la gente
me saluda con una sonrisa cuando pasa a mi lado.
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.
No hay comentarios:
Publicar un comentario